Para mi es obvio, pero como todo en esta vida, la percepción es diferente para cada uno, así que voy a explicarlo de la mejor manera posible que conozco… aportando evidencias de los beneficios que obtengo de compartir mi trabajo.
El año pasado, cerca de las vacaciones de Navidad, compartía a través del blog y twitter una de las últimas tareas que había realizado en clase: “Creatividad y derechos de autor“. Lo hacía con el orgullo de quien ha trabajado mucho en un proyecto, se ha ilusionado y lo ha visto desplegarse. En su momento recibí algunas felicitaciones o comentarios resaltando lo interesante de la tarea que acababa de desarrollar. Sin embargo, hubo una conversación que recuerdo perfectamente, ya que fue @aidaivars quien me sugirió algunas modificaciones en la tarea. Una de ellas me llamó especialmente la atención, ya que se refería a que quizá no estaba planteando adecuadamente las preguntas a mis alumnos y me recomendó la lectura de una entrada “¿Tú todavía pidres el brosqui?“.
Para mi, publicar mi trabajo no solo me supuso el reconocimiento de otros docentes, o la satisfacción de conocer que mi trabajo está siendo utilizado por otras personas, y que, por lo tanto, es más valioso que si se redujese su aplicación únicamente a mi aula. También he aprendido mucho de las sugerencias y críticas recibidas. A raíz de aquella conversación con Aída he pensado mucho y he aplicado los resultados en varias tareas. Esta tarea en concreto, ha sufrido una profunda remodelación y, he de reconocer, estoy más que satisfecho con la versión actual y con el resultado obtenido con mi alumnado, pero… ¿quién sabe? Siempre queda la posibilidad de escuchar nuevas sugerencias.
